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En un cierre insospechado, el ingeniero sin partido Rodolfo Hernández, un populista de cabo a rabo, quedó en segundo lugar de la elección presidencial en Colombia, por lo que disputará la segunda vuelta ante el candidato de la izquierda, Gustavo Petro, que obtuvo el primer lugar.

Para Federico Gutiérrez, Fico, el candidato del presidente Duque y del exmandatario Álvaro Uribe, fue un derrumbe estrepitoso. Hechos trizas quedaron los partidos tradicionales que apoyaron a Fico y a Sergio Fajardo, el candidato del centro, reducido a un raquítico 6 por ciento de los votos.

La jornada fue ejemplar, con alta participación (rondaba 54 por ciento) y sin incidentes violentos. Colombia, un país con narcotráfico y violencia, también mostró al mundo que tiene instituciones democráticas y una vigorosa tradición republicana.

A primera hora, en la explanada del zócalo de la capital, el presidente dio el banderazo para la apertura de casillas, acompañado de su esposa y flanqueado por el ministro del Interior, Daniel Palacios, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López (de centro-izquierda), el Registrador Nacional, máxima autoridad electoral del país, y el titular del Instituto Nacional Electoral de México, Lorenzo Córdova.

La estación de radio del Ejército de Colombia (tiene una) entrevistó a todos los jefes de zona, que dieron pormenores del arranque blanco de la jornada comicial, salvo tres atentados de grupos disidentes de las FARC, dirigidos a personal militar y no a centros de votación.

Una hora después de cerradas las casillas (16:00 horas), los habitantes de Bogotá, en su inmensa mayoría petristas, se quedaron atónitos por lo peligroso del rival en la segunda vuelta. “Álvaro Uribe fue el gran derrotado hoy (ayer), pero va a ganar el 19 (de junio, segunda vuelta)”, dijo un comentarista de radio local, porque se espera que vuelque su apoyo al ingeniero de 76 años, que goza de simpatías en los sectores populares donde Petro es fuerte. Fico Gutiérrez ya dio su apoyo a Hernández.

Pegaron bien sus promesas de campaña. Será el azote de la corrupción, dice, a pesar de que se le abrió un proceso cuando fue alcalde de Bucamaranga, porque otorgó la concesión para recolectar basura a la empresa Vitalogic, ligada con su hijo.

Promete que convertirá en museo la Casa de Nariño (igual a Los Pinos en México). Les quitará los vehículos oficiales a los funcionarios.

Venderá bienes que según él son suntuarios, como las sedes de algunas embajadas en el exterior, las casas de descanso en Cartagena, que se usan para huéspedes distinguidos.

Y ha externado su admiración por un dictador europeo: Adolfo Hitler.

“Mi voto es con el ingeniero Hernández”, me dice Valdemar, de 50 años, vendedor de gorras deportivas en una calle que da a la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá, que es un hervidero de ventas, risas y música.

“¿Dígame qué hombre regala su sueldo como hizo el ingeniero en Bucamaranga?”, reta entusiasmado Valdemar. Y agrega luego de interpretar mi silencio: “¡Ya dijo! ¡Ya dijo!”, si es presidente va a regalar su sueldo a los más pobres para que sus hijos vayan a la universidad”.

De regreso me trae un chofer de Uber, Patricio, que también votó por Hernández: “Es honesto el hombre, y en Bucamaranga no se tumbó el dinero del pueblo”.

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